3 feb 2015

ENTREVISTA A RAFAEL MARÍN SOBRE “W DE WATCHMEN”



EMBRYO (E): Suponemos que el libro teórico “W de Watchmen” (2009) es propiciado editorialmente para aprovechar las energías que inyecta la promoción de la adaptación del cómic a película en esa fecha. ¿Pero qué motiva a Rafael Marín a escribir sobre el tema, una serie publicada hace tantos años?

RAFAEL MARÍN (RM): La editorial me propuso que escribiera el libro, para aprovechar precisamente el estreno de la película. Les dije que no. Diez minutos más tarde, dije que sí. Y me puse manos a las teclas.


E: Realizas un detallado estudio de paralelismos, estructuras, relaciones, alusiones que encuentras en Watchmen, resaltando incluso que en el gran puzzle conformado aparecieron “coincidencias no previstas” en principio por los autores. Anteriormente ya has utilizado alguna de esas técnicas en tus propias obras, y este libro se estructura en 9 capítulos con unos títulos bastante elaborados y sugestivos, ¿obedecen también a algún tipo de ejercicio formal a modo de inspiración/homenaje?


RM: Es posible. Moore es un maestro y sería una pedantería decir que en mayor o menos grado soy alumno suyo. Pero es verdad que al examinar esta obra ves, aunque sea subconscientemente, en qué se parece y en qué se diferencia de tu propia forma de abordar el proceso creativo.


E: Afirmas que “Watchmen acercó la historieta a un público que de otra manera no se hubiera acercado a ella”. Es posible que en la actualidad el cine haya gigantizado ese efecto, llevando la mirada del gran público hasta esta obra, hasta el punto de que algún espectador haya acudido directamente desde la pantalla a W de Watchmen, sin pasar por el cómic. ¿Cómo valoras eso?

RM: No creo que nadie haya leído mi libro desde la película. En todo caso, habrá leído el cómic tras la película y, quizá, se habrá leído luego el libro después del cómic.


E: Señalas a Dave Gibbons como co-autor de la historia más que como el dibujante, con multitud de ejemplos y citas. Él muestra una postura diferente sobre la adaptación de Watchmen a otros medios respecto a la del guionista, Alan Moore, y además comentas que Gibbons ha valorado positivamente la película terminada. Si hay sobradas razones por las que se defiende la no adaptación, ¿a qué piensas que obedece la diferencia de opinión entre ambos creadores?

RM: Moore se ha desembarazado de Watchmen: ha hecho otras muchas cosas. Gibbons, aunque también ha hecho otras muchas cosas, siempre será el dibujante de Watchmen. Siempre le pedirán que dibuje a los personajes en convenciones. Recordemos que tras el estreno de la película se sacó un libro con bocetos y diseños y páginas. La pela es la pela.


E: ¿Qué porcentaje de participación crees que tiene Gibbons en que la maxiserie original resultara como la conocemos? ¿Cómo podría haber sido sin él?

RM: Moore respeta el trabajo de Gibbons y es capaz de integrar los detallitos inconexos que Gibbons va incluyendo. La cuadrícula narrativa de Gibbons, y su claridad expositiva, permiten que los dos autores te lleven de la mano. ¿Qué otro autor podría haberlo hecho? Sólo se me ocurre el Steve Ditko de los viejos tiempos. Una obra como “La broma asesina”, de cuadrícula similar a Watchmen, no tiene la misma fuerza ni los mismos matices. ¿Por qué? Porque Bolland, grandísimo dibujante, no es Gibbons.


E: En los primeros capítulos del libro dedicas un amplio espacio a la contextualización del marco histórico y cultural en el que se encuadra Watchmen, así como de la trayectoria de su guionista. Sin embargo, cuando unes este trabajo con su carrera posterior confiesas que no entiendes bien que Moore se autoproclame mago (página 110), indicando que puede ser una locura genial o una pose teatral como tantas de las técnicas formales en la serie que tratamos. El escritor defenderá con numerosos escritos y estudios de seriedad el papel de la magia en la creación, incluso remontando su influencia a cuando no la practicaba, como en la época de Watchmen o Swamp Thing. ¿Ves la etapa actual como una ruptura en la carrera del creador?

RM: No sé dónde Moore está de coña y dónde habla en serio. El proceso de creación, sí, es caótico y lleno de extrañas coincidencias. Si eso es magia, llamémosle magia. Pero adorar serpientes y lo demás me parece cosa de showbusiness. Me interesa ver qué ha escrito en esa novela de infinitas páginas que ha hecho ahora.


E: ¿Por qué valoras Watchmen más como serendipia (tesis apoyada con declaraciones del propio Alan Moore) que como cristalización de ideas y temas que el escritor llevaba trabajando en años anteriores, y que tuvieron el espacio y las circunstancias adecuadas para tomar forma?

RM: No olvidemos que Watchmen, en principio, es un trabajo de encargo. Usa personajes ajenos que, por una de esas piruetas del destino, se convierten en personajes propios y en una obra de autor. Watchmen es, entre otras muchas cosas, una reflexión sobre el medio del cómic: lo que pasa tiene sentido dentro de un cómic (y no, por ejemplo, en una película). Más que cristalización de ideas, me parece que es aportar otro punto de vista a ideas ya exploradas por otros autores y por él mismo. Sería interesante cotejar el concepto de Watchmen con, por ejemplo, el de Miracleman, tan opuesto y a la vez tan parecido.


E: En tu libro encontramos un completo catálogo de juegos de palabras, sentidos o sugerencias que se pierden en la traducción del inglés. En una obra tan abierta a interpretaciones como Watchmen, lo señalas en varias ocasiones, es manifiesta la mengua de algunas de ellas por esta causa. Acláranos si eres más partidario de disfrutar las obras en la lengua en que se concibieron o qué mecanismos podríamos o deberíamos tener en cuenta si empleamos la cultura de la traducción. 
 
RM: Soy traductor, con lo cual no voy a tirar piedras contra mi propio tejado. En una novela, se puede solucionar un juego de palabras o incluir una nota al pie. En un tebeo, vamos demasiado cortos de espacio y hay detalles que se escapan (Ese “Bajo la máscara” que juega con el capó del coche, por ejemplo). No vendría mal que en los comics se pusiera, si es necesario, una nota al pie también, o en el interior de las portadas, que expliquen algún detalle intraducible. Retocar los rótulos o pintadas no me parece de recibo.


E: Dejas clara tu opinión de que Watchmen es un trabajo cerrado, si bien su gran valor es que se abre a numerosos análisis y relecturas atemporales, como obra maestra que es. Aunque en el capítulo 8 sí expones que tras la publicación de la obra, cuando Alan Moore aún trabajaba en DC entendemos, se planteó una serie sobre los personajes Minutemen, que habían quedado aquí más sugeridos que explicados; incluso fijas tu mirada en “The New Frontier” trabajo de Darwin Cooke en el que interpreta a uno de los personajes de este primer grupo de vigilantes. Precisamente, Cooke ha realizado el capítulo dedicado a los Minutemen en el proyecto contra la voluntad de Moore que ha lanzado DC: “Before Watchmen”. ¿Qué opinión te merece esta reciente decisión editorial, que lógicamente no pudiste tener en cuenta durante la redacción de tu libro? ¿Sería justificable en algún caso, como el de los Minutemen?
 
RM: Watchmen es grande porque empieza y termina, porque no tiene que estirarse hasta el infinito ni estirar una continuidad. Es, en ese aspecto, una novela dibujada con planteamientos de novela. Era lógico que tarde o temprano se intentara explotar el tema. Con Moore o sin Moore. Reconozco que yo mismo había fantaseado una continuación que no llegamos a presentar a DC, cosa que en cualquier caso me parece más interesante que el “Before Watchmen”, que no hace más que rellenar huecos innecesarios. Me interesa, como lector y como autor, ver cómo sería hoy el mundo de Watchmen, en qué se parecería y en qué se diferenciaría del mundo real, cómo se podría hacer crítica social a partir de esas premisas, como hizo la serie original.


E: En atención al recurso con que abres y cierras W de Watchmen, ¿has realizado una relectura de Watchmen después de escribir tu texto? ¿Alguna nueva visión, un aspecto diferente que quieras compartir?

RM: No he vuelto a releer Watchmen. En parte, porque sé que descubriría cosas nuevas, en parte porque no tendría dónde contar esas cosas nuevas. 

 

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